lunes, 4 de mayo de 2015

El paro, ese gran conocido

Hoy os vengo a hablar del paro. No del paro cardíaco, que ése espero que no lo conozcáis demasiado, sino del otro. El que conocemos aproximadamente unos cinco millones de españoles y que, los que no están tratando con él ahora mismo, también lo han conocido. Muy amigo de sus amigos el paro éste, ¿eh? Quizá también lo conozcáis por su nombre de pila, INEM, y por las colas que se generan para entrar a su casa, como si de una especie de hype incontenible se tratase.
Nos hemos situado ya, ¿verdad? ¡Bien!



Supongo que, igual que yo, muchos de vosotros estaréis desesperados en vuestras casas pensando cómo será el futuro puente donde establecer una idílica vida junto a vuestro petate y poco más, en caso de que el presente siga siendo tan prometedor como ahora. Si habéis estudiado una carrera, por lo general, este sentimiento aún se acrecienta más si cabe porque como bien todos sabemos: "¡Ah! ¿Que estás en paro? ¡Pues no haber estudiao!".
Sin embargo, no todos afrontamos este desesperadamente irritante modo de vida de la misma forma, por lo que podemos establecer que hay dos claros tipos de parados (que pueden tener subclases, pero vaya, así para empezar con esto os valdrá): los parados muy parados y los parados que se mueven.


Al parado muy parado se le reconoce, principalmente, por eso. Por estar parado en todos los sentidos. Es como una especie de Ni-Ni, pero sin quererlo. Bueno, también está el que lo es y aparentemente quiere seguir siéndolo mientras se queja por estarlo, sin buscar trabajo, esperando a que el trabajo les venga a ellos y he de decirles que no, el trabajo no es como Mahoma y la montaña. No va a venir a vosotros si no le buscáis, trust me. De los Ni-Ni tipo "Hermano Mayor", no vamos a hablar hoy porque hay demasiada tela que cortar.
Volviendo al tema, están los parados muy parados que buscan trabajo, ya sea por plataformas web o con el tradicional método del currículum en mano que nunca va a leer nadie, y que, cuando acaban su jornada de Dora la Exploradora por los futuribles puestos de trabajo, se van a su casa a repantigarse mientras se tocan las narices a dos manos. Tiempo libre, le llaman: series, pelis, paseos, libros, juegos... ¡Lo que sea! Pero por lo general, poco productivo.
Están parados y, como tales, están disfrutando de la poca ventaja que tiene estarlo: poder vaguear.


Sin embargo, hay otro tipo de parado que está más cansado sin trabajar que trabajando. Ese tipo de parado que está más ocupado que cuando estudiaba o cuando trabajaba (si es que algún día ha trabajado) y, si se para a pensar, no sabe por qué. El parado que se mueve. El que tiene a Infojobs y demás como su mejor amigo del cual no se va a separar nunca jamás y cuya aplicación usa más que al propio Whatsapp. El que hace tropecientas entrevistas de trabajo de lo que sea, cuando sea y para cobrar lo que sea. En su defecto, se busca trabajillos que le ayuden a pagarse la gasolina y los cuatro gastos que pueda tener. Es el mismo que se levanta cada día y, no sabe cómo, se ha buscado varias cosas que hacer para mantenerse ocupado y no acordarse de que puede dedicarse ya a buscar el famoso puente donde quiere vivir.
La cosa empeora cuando el parado en cuestión tiene estudios (o si le gusta estudiar, vaya): le entra el afán por formarse y acaba haciendo cursillos de forense a distancia. ¿Idiomas? Pues idiomas. ¿Cursillos online? Pues cursillos. O ponencias online. O tutoriales de Youtube sobre diseño gráfico. ¡O lo que sea! Lo importante es formarse para seguir teniendo más opciones de futuro.
El súmmum del empeoramiento viene cuando el parado en cuestión ha estudiado una carrera, cosa mucho peor si esta carrera es periodismo (palabrita del Señor): le da por hacer currículum a toda costa. Cuando decimos hacer currículum, por supuesto, no hablamos de nada por lo que vaya a cobrar. O hace prácticas gratis, o colabora en empresas en las que pueda aprender y poder adquirir la famosa y codiciada experiencia... Le pega a todo, vaya.
Y ya olvidémonos (quitando los fines de semana, respetemos eso al menos) de tener tiempo libre para hacer lo que le dé la gana y más si vive en su casa y se siente en la necesidad de ser útil a su familia por aquello de no ser un chupóptero viviente.
En resumen, el parado que se mueve no sabe si es peor el remedio o la enfermedad: Está más ocupado ahora que 'no hace nada útil con su vida' que cuando sí lo hacía. Y todo sin cobrar, fíjese usted.

Ahora, cuando estéis reflexionando acerca de qué tipo de parados sois (ojalá ninguno, ojalá), preguntaos: ¿Aumentará esta lista de tipos de aquí a cinco años? ¿Desaparecerá definitivamente y serán pocos los parados normales y corrientes que en dos mesecitos vuelven al mercado laboral? Quién sabe...




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