martes, 19 de mayo de 2015

Consejos para sobrevivir a una lluvia veraniega

En estas fechas tan señaladas a falta de nada y menos para las segundas elecciones de este año en el que vamos a tener políticos, pseudopolíticos y retrasados hasta en la sopa, lo que quizá procedería y le daría a mi persona un toque de ¿seriedad? de agárrate y no te menees, sería ponerme a hablar de política cual tertuliana televisiva.
La cosa es que en esto de la política uno siempre va a acabar metiéndose en gresca y yo, personalmente, quisiera mantener la paz en mi pequeña república demente. Porque hablando de República, lo que yo creo es qu... ¡Que no! ¡Que no sigo por ahí! En mi vida diaria suelo disfrutar dando gritos sobre política aunque alguna vez sea a grito de "¡Porque lo digo yo!" como nos gusta a todo español que se precie. Pero hoy no va a ser el día, me voy a contener, aunque por dentro rabie de ganas... ¡Porque será que no hay tela que cortar para estas municipales y autonómicas!: Comunidades que se juegan cambiar después de vete tú a saber cuántos años de más de chorizos y todo tipo de embutidos y por fin tienen el miedo en el cuerpo, partidos que hacen campañas de lo más estrambóticas y que quizá preferiríamos no haber visto, candidatos que no tienen ni el nivel de estudios básico, ,otros que no se saben su programa... 


¡DIOS MÍO DE MI VIDA! Paro. Voy a parar ya porque esto se me está yendo de las manos. Y lo peor no es que se me esté yendo y esté hablando de un tema del que no quería hablar, sino que conforme más voy escribiendo sobre el asunto, más me voy calentando y dudo que ésa sea una buena manera de pasar la tarde por muchos diez grados que hayan bajado hoy. 

Sí, señores. Y es que en poco más de una semana hemos pasado de reírnos de aquello de 'hasta el 40 de mayo no te quites el sayo' a volvernos a disfrazar hoy con nuestras mejores galas de pirata, cazadora y espero no tener que decir que también chanclas y calcetines. Sobre todo porque a juzgar por las lluvias bastante animadas que he estado viendo esta tarde, no quisiera ser yo quien fuera haciendo rafting chanclero por Castellón.

Aunque a decir verdad, con las lluvias veraniegas (y primaverales, primaverales también, no nos pongamos quisquillosos) el rafting 'categoría chancla' es de lo mejor que te puede pasar porque significa que llevas puestas las chanclas. Y diréis: "¿Que tú sueles ir sin zapatos por la calle?". Pues no, tampoco es así la cosa. Pero sí que es cierto que mi experiencia con las lluvias no esperadas me ha enseñado varias cosas que así, de forma desinteresada, compartiré con vosotros: 


1. ¿Calzado veraniego? ¡Hasta luego!: Si la lluvia te pilla con un zapato más bien abierto tipo zueco o sandalia sin abrochar, puedes irte despidiendo de ella. Es muy probable que en tu carrera desesperada hacia el lugar más cercano en el que guarecerte, el zapato se deslice accidentalmente de tu pie y tú te quedes cual grácil Cenicienta - o Ceniciento - pero sin príncipe y sin saber qué hacer. Si tienes la suerte de que la lluvia aún no se ha convertido en un pre aviso de 'El Arca de Noé 2.0', quizá aún puedas mojarte sólo un poquito más y salir corriendo en busca de tu zapato. Te digo yo que vale la pena, sólo así conseguirás volver a andar con dos zapatos como el resto de personas. 


2. Los vientecillos de verano si hay nubes de por medio, no llegan de forma desinteresada: No sé si os habrá pasado eso de estar tranquilamente sentados en un banquito disfrutando de la veraniega brisilla marinera en un día de éstos que el cielo no acompaña demasiado, pero se está bien. Incluso para ponerse moreno por aquello de que nublado el sol te da igual pero de manera más cómoda, o eso dicen y yo repito. El caso es que de repente la brisilla deja de ser 'illa' para ser ya brisa, pero brisa con toques de que la película Twister se va a rodar contigo de protagonista en cualquier momento. Pues bien, una vez os encontréis en ese punto...¡CORRED! Pero corred, en serio, porque la lluvia está al caer y desencadenará en una serie de catastróficas desdichas inesperadas.

3. Miss Camiseta Mojada: En verano todos tendemos a llevar ropita muy fresca, muy ligerita...incluso muchas veces son trozos de tela con cuatro hilos mal puestos por los que, nadie sabe por qué, pero te clavan alrededor de 20 euros y tú los llevas porque es lo que hay. Bueno, pues estas prendas tan agraciadas aparte de ser muy cómodas y fresquitas, tienen también la peculiaridad de llegar a ser casi transparentes una vez se mojan un poco a la par que perder toda esa comodidad que decíamos que tenían. Está claro que eso le pasa a cualquier prenda, pero en el algodón u otros tejidos un pelín más resistentes, este efecto no es tan visible. En cambio, con los trozos de tela de los que os hablo, un bonico outfit (o lo que es lo mismo, modelito) veraniego se puede convertir en una especie de traje de neopreno transparente con el que se te ven hasta las ideas y, probablemente, te imposibilite hasta caminar como una persona que no es Terminator. ¡Viva el verano!


4. Ahora sí, ahora no: Ésta es otra de las maravillas de las lluvias inesperadas, que además de venir sin previo aviso, ¡no se ponen de acuerdo consigo mismas! En cinco minutos te puede caer un chaparrón que te hace pensar que quizá sería mejor ir en barca para que poco después te aparezca un solazo que te hace olvidarte hasta de tu nombre. Pero, ¡no te confíes!, porque el sol no va a durarte más de veinte minutos y va a empezar a diluviar otra vez. Y así hasta que a los angelitos que hacen pipí desde el cielo les apetezca.


5. ¡LLUEVE! ¡PISCINA! ¡RAYOS!: Ahora todavía es pronto, aunque más de uno ya ha hecho sus pinitos, pero normalmente nos pasamos el verano metidos a remojo como los garbanzos, ya sea en la playa o en la piscina. Muchas de estas veces, pues se nos da el caso de que empieza a llover. Nuestro primer pensamiento es el de seguir tan a gusto porque total, mojados ya estamos y no por salir nos vamos a secar antes. De hecho no nos vamos a secar, vaya. Pero claro, ¿y si nos quedamos en el agua, empieza a haber rayos, uno nos cae encima y adiós muy buenas? Ahí, ¿qué? ¿Eh? Pero, ¿y si salimos y nos ponemos debajo de un arbolillo del césped de nuestra piscina y nos cae igual? ¡Oh Dios mío, cortocircuito cerebral! ¿Y ahora qué? Podríamos sumergirnos en las profundidades del oscuro océano o de nuestra oscura piscina y evitar así que nos caiga rayo alguno, el problema es que como la cosa se ponga seria a ver cuándo encontramos el momento para salir y echar a correr buscando refugio. Así que una vez más, la clave está en correr. En cuanto veamos que el cielo empieza a ponerse de colores que se alejan bastante del bonito azul veraniego con ruidos de fondo que suenan parecidos a la música de Kiko Rivera, cojamos nuestras chanclas - que aún no se nos resbalarán porque no ha empezado a llover- y busquemos el sitio más cercano donde cobijarnos.


Todos hemos vivido estas situaciones y todos las volveremos a vivir. Sin embargo, después de este completo y nada ridículo análisis, las reconoceremos bastante antes y seguro, segurísimo, podremos evitarlas y, en el peor de los casos, remediarlas. Por ejemplo, para el tema chancla con vida propia, se me ocurre que podríamos llevar cinta aislante en el bolso y pegarnos el zapato cuando veamos que va a empezar a diluviar. Aunque claro, si sois hombres, mujeres sin bolso...u hombres sin bolso (¿?), no quizá se os hace muy difícil la tarea y una idea tan sencilla y súper efectiva como ésta os quedará en nada... 
Pero bueno, ¡que yo ya os he dado las claves, no os voy a dar todo hecho! Ahora la tarea de pensar remedios, es vuestra. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario